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Oseja de Sajambre

Oseja no aparece en las fuentes escritas hasta el año 999, cuando los condes leoneses de Flainez entregan la iglesia de Santa María de OseI¡a y sus propiedades al monasterio de Sahagún. Este hecho y el silencio arqueológico hacen que los posibles datos que podamos deducir del celtismo del topónimo deban quedar, por el momento, en un plano hipotético, aunque otros muchos nombres de lugar parecen indicar que Oseja fue celtízada.


Santa Maria de Oseja fue en su origen una iglesia de fundación privada perteneciente a los condes de Flainez, en la que había un único clérigo que era al mismo tiempo el administrador de sus propiedades, que se extendían hasta Cuetos Negros y el Puerto de Panderruedas y que se ampl¡aron en el año 1005 con otras tierras que un clérigo llamado Veqito donó a dicha iglesia (y por extensión a su patrón, Sahagún localizadas en los términos de Vierdes, Pío, Ribota y en los parajes de Becenes y Beza. Nada hay en la documentación medieval, sino al contrario, que certifique la extendida (pero errónea) idea de que Santa Maria de Oseja hubiese sido un monasterio en la Alta Edad Media. Lo que Santa Maria de Oseja tuvo en dicha época fue un simple titulo monástico, bajo cuyo apelativo no se escondía ninguna realidad conventual. Este fenómeno fue muy frecuente en el periodo, tanto que el propio San Fructuoso ya había hablado en su Regla de estos "falsos monasterios" altomedíevales.

Oseja de Sajambre
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A fines de la décima centuria y a lo largo del siglo Xl la documentación de Sahagún nos habla de la iglesia de Santa María situada en el mismo lugar en el que hoy se levanta la soberbia fábrica actual de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, construida en el siglo XIX; de la fuente que existía bajo ella y que hoy lleva el nombre de La Fuentona; de la ería cercada que se encontraba junto a la iglesia y que hoy es el lugar de La Cortina; y, en suma, del caserío que debía existir entonces en sus proximidades y que constituía el actual barrio de Caldevilla, llamado así por ser la "cabeza de la vílla".

Al menos desde el siglo XIII Santa María de Oseja es ya una parroquia perteneciente a la diócesis de León, y dado que su patrón seguía siendo el monasterio de Sahagún, su abad tendrá derecho de presentación a la hora de la asignación del curato cuya colación dependía, en última instancia, del obispo leonés. La parroquia de Oseja poseyó un anexo en el pueblo de Soto, o sea una iglesia rural propiedad de la de Oseja que no tenía administración económica independiente ni tampoco participación autónoma en los diezmos y cuya atención espiritual pertenecía asimismo al curato de Oseja.

A partir del siglo XII, como consecuencia del aumento demográfico que acusa el norte peninsular, debieron originarse los barrios de El Coto, Las Cortes, La Llana, Quintana y La Pandiella, algunos de ellos documentados en el año 1304. Nombres como La Llana o La Pandíella hacen referencia a rasgos topográficos; Quintana es el elemento básico del poblamiento asturiano; El Coto y Las Cortes nos están hablando de lugares reservados para el encierro del ganado; y en el lugar conocido como Palacio debió haber existido algún edificio de fábrica antigua del que no tenemos noticia. Así mismo, en esta época se aumenta el espacio cultivable en las praderías de Berrunde, sobre todo para árboles frutales.

La Edad Moderna dejó en Oseja varios edificios de notable factura. Hacia comienzos del siglo XVI se construyó la ermita de San Roque, posiblemente tras alguna de las muchas epidemias del periodo Se edificó, como era habitual en estos casos, en un emplazamiento estratégico a las afueras del pueblo y a la orilla de un camino (la calzada romana o Senda del Arcediano). La función de estas ermitas durante el Antiguo Régimen era la de auxiliar a las parroquias en tiempos de necesidad, a la vez que facilitaban la asistencia espiritual de los grupos marginados de la sociedad.

La ermita de San Roque fue reconstruida en 1703 a costa de los vecinos de Oseja. Como marcaban las pautas del momento, para favorecer su mantenimiento económico era frecuente que se estableciesen en ellas capellanías.

Las capellanías eran fundaciones piadosas, realizadas habitualmente por iniciativa privada, que se adscribían a cualquier iglesia o centro religioso del lugar y que implicaban una actividad espiritual y asistencial. Nacían respaldadas por una dotación económica, cuyos bienes se hallaban exentos del pago de los tributos e imposiciones civiles debido a la inmunidad de las que gozaban las propiedades eclesiásticas (según los cánones "por derecho divino").Por eso, en el año 1738 cuarenta vecinos de Oseja fundan la capellanía de San Roque y Nuestra Señora de Belén, dotándola con un capital inicial de 1.074 reales para el sustento de un capellán, entre cuyas obligaciones se encontraban los servicios espirituales y asistenciales, así como la enseñanza de la "gramática" a las gentes del lugar. Los fundadores establecen que su capellán fuera un hijo de la tierra y un clérigo menor, es decir, no ordenado "in sacris". Con este proceder se aseguraba la promoción en la carrera eclesiástica de dicho capellán y, por extensión, de los vecinos de Sajambre que eligiesen la vida clerical.

Un caserón, hoy en ruinas pero que hasta hace poco poseía un magnífico arco de considerables dimensiones, es el que se conoce desde antiguo en Oseja como la Casa del Conde, situado en el barrio de Las Cortes. Esta casa quizá perteneció a la familia de- D. Pedro Díaz de Oseja, arcediano de Villaviciosa en la Iglesia de Oviedo, al que una fuente no atestiguada le supone "conde palatino" (cargo burocrático del palacio Vaticano). Justamente al lado de dicho caserón aún se observan unos arcos que la tradición asigna a la casa que dicho arcediano hizo construir para albergue de la escuela elemental por él fundada, según sus propias palabras "junto a la casa vieja en que yo nací". De la misma época o algo posterior es la Casa Rectora¡, con características constructivas similares, así como algunas viviendas particulares de los alrededores.
Frente a la iglesia y en el centro mismo del barrio de Caldevilla se levanta la Casa solariega de los Piñán: un caserón de dos pisos y planta rectangular con dos ventanas abocinadas en el piso bajo, con sus cuadras, su huerta trasera y su amplia corralada para las caballerías a la que se accede por un gran arco de medio punto, junto al cual existe una hornacina para la colocación de algún santo protector, y en cuyo interior todavía resiste en pie la vieja panera documentada en el año 1794, hoy en una ubicación distinta. Esta "casa de morada, hórreo, corralada y huerta de atrás" ya pertenecía a los Piñán cuando don Agustín Piñán de Cuetoluengo, originario de Soto y notario público del concejo de Sajambre que suscribe varios documentos en la década de 1690 y las Ordenanzas Municipales de 1701 (o 1711), era el cabeza de familia y, a su muerte, pasó como bien vinculado al titular del mayorazgo: su primogénito don Alejandro Piñán, quien se casó en 1774 con María Rodríguez de Cosgaya. En 1794 dicha casa solariega estaba valorada en 13.425 reales, sin contar "la ropa, escritorios y más arreos de la casa", teniendo en cuenta que en la misma época el jornal medio de un labrador era de 2 o 3 reales y que una vaca rentaba al año 4 reales.

Este mayorazgo que la familia Piñán poseía en el siglo XVIII lo entendemos en el sentido de lo que las fuentes de la época denominan como "mayorazgo pequeño, corto o pobre". La fundación de mayorazgos pequeños proliferaron a partir del siglo XVI y constituyeron el primer escalón para que los pecheros acaudalados -previa licencia real- se ennoblecieran y el primer paso de la baja nobleza -hidalgos- para conseguir títulos nobiliarios. El mayorazgo de la familia hidalga de los Piñán se fundó antes de 1794 sin que por ahora podamos precisar más y posiblemente antes de 1789, pues en esta fecha el rey prohibió fundar mayorazgos que rentasen menos de 3.000 ducados anuales, aunque en 1794 sólo la casa solariega ya suponía 1.220'5 ducados.

Además del mayorazgo que heredaba el hijo mayor, los Piñán poseían también otros bienes no vinculados (fincas, tierras labrantías, un molino junto al río Carunde y ganado) que se repartieron en 1794 entre los hermanos del primogénito. En cualquier caso, por pequeño que fuera dicho mayorazgo, parece que, al menos, en la segunda mitad del siglo XVIII los Piñán gozaron de una posición económica de tipo medio que, en el contexto de general pobreza de Sajambre, debió traducirse en prestigio social y en facilidad para acceder a cargos públicos, pues don Alejandro Piñán poseyó la vara de merino en 1797. Los restantes edificios que Oseja conserva datan todos de los siglos XIX y XX, co­mo la ya mencionada iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción: un magnífico y monumental edificio (con mucho el más sobresaliente del concejo) levantado sobre la antigua iglesia de Santa María y construido en 1855 a costa del ilustre sajambriego D. Ignacio Díaz-Caneja y Sosa, obispo de Oviedo. La iglesia es de estilo neorrománico y planta de cruz latina, en una de cuyas capillas reposan los restos de D. Ignacio y de su hermano D. Joaquín Díaz-Caneja, ministro de Gracia y Justicia durante el gobierno de Istúriz.

Por último, el actual edificio que alberga las dependencias del Ayuntamiento y que sustituyó en esta función a La Torre, situada en un emplazamiento distinto y hoy desaparecida, fue costeado en parte por suscripción popular y en parte por el prócer sajambriego D. Félix de Martino en 1909. En la misma época se construye el edificio de la Escuela, situado en el camino que conduce al barrio de La Pandiella. La emigración a América también dejó en Oseja, como en tantos otros lugares, algunas casas de indianos que contribuyen a embellecer la ya de por sí hermosa fisonomía de este pueblo leonés.

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